El deseo infinito en el ser finito:


El motor de la vida humana son los deseos y conocer los deseos que nos mueven es la tarea fundamental del conocimiento de sí, pues o conoces tus deseos y los diriges o estás a merced de aquellos que manejan tus deseos: marketing, ingeniería social, opinión pública, ideologías, etc. 

El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que a pesar de ser seres finitos poseemos en nuestro ser un "infinito", dice el Magisterio de la Iglesia, en el numeral 27:

«El deseo de Dios, está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar.

"La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento, pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador" (Gaudium et Spes 19,1)»

El ser humano posee un deseo infinito que sólo se puede satisfacer con otro infinito, Aquel que le implantó en nuestros corazones. Sin embargo, el hombre hecho para amar, y no hay amor sin libertad, es libre de dirigir este deseo infinito a un sin fin de cosas finitas, abusando de la libertad de amar, puede caer en el pecado, por ignorancia, o por fragilidad, por un acto libre de su voluntad.

Siendo que este “deseo infinito” solo haya su respuesta en Dios, podemos entender la universalidad de los deseos de: poder, verdad y amor. El ser humano en la peor situación de oscuridad y egoísmo quiere poder, en verdad, saberse amado. Por ejemplo: el peor de los bandidos, el más vil de los criminales, desea saber la verdad, que le sean fiel, y persigue el poder (aunque lo persigue mal). La doctora de la Iglesia Santa Catalina de Siena, proclamada doctora por Pablo VI el domingo 3 de octubre de 1970, nos enseña que el Anhelo íntimo, real y profundo en el ser es continuo, intenso y nos pone en movimiento, puede verse en los Apetitos de las potencias del alma:
·        El amor: es el apetito de la voluntad, porque ella es huella en el alma del Espíritu Santo que es el amor del Padre y el Hijo.
·        La verdad (sabiduría): es el apetito de la inteligencia, porque ella es huella en el alma de Jesucristo que es la Verdad, el Camino y la Vida.
·        El poder: es el apetito de la memoria, porque ella es huella en el alma del Padre que es Todopoderoso.
Así tenemos las tres potencias del alma: memoria, inteligencia y voluntad. Y conocer hacia dónde estamos dirigiendo nuestro deseo en cada una de ellas logrará un verdadero conocimiento de sí, y dirigirlas hacia Aquel Bien para el cual fue creada nos llevará a la comunión con Dios para la que hemos sido hechos.

No he encontrado una antropología fuera de la cristiana que acepte que el ser humano posee un deseo infinito dentro de sí que le lleva a Dios y a la búsqueda incesante del amor, verdadero y poderoso.  El idealismo alemán plante un ser humano que una vez despierto se inclina naturalmente al bien común, la psicología profunda no acepta infinito alguno en el ser, más bien plantea la búsqueda incesante del hombre como una especie de defecto de fabrica frente a los animales que la tienen clara, de hecho, propone que el hombre no tiene poder alguno sobre las fuerzas profundas de sus instintos y no puede encontrar por sí solo el camino que le conduce a las alturas. La existencia humana en la filosofía de Heidegger ve al deseo como una amenaza, nos propone que el ser humano está rodeado en su existencia cotidiana por todo tipo de preocupaciones y anhelos que le mantiene alejado de las preguntas esenciales: ¿qué soy? ¿qué es el ser? Aunque refugiado en el mundo, hay algo que le lleva una y otra vez a esas preguntas: Heidegger propone que ese algo es la “angustia”. Para él aquello que llamamos deseo infinito que solo se sacia con el Bien que es Dios, él le llama “angustia” que sólo tiene su solución cuando según Heidegger: el hombre enfrenta que viene de la nada y a la nada se dirige, sin poder detenerse.
¡Cuán perfecta es la antropología cristiana católica! ¡Cuán terriblemente equivocada puede estar una antropología humana! ¡Tanto así para llamar a lo bueno, malo y a la verdad, mentira, a la nada, llamarla todo, y al Todo, decirle Nada!


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